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sanguinarios reaccionarios del falsamente llamado Partido Lealista de la Corona! ¡
La codiciosa conspiración de los banqueros interestelares! ¡ Los sucios
gilgamesherianos! ¡ Todos se han cualidado en esta conspiración antisagrada! ¡ Y
ahora ese vikingo espacial, ese monstruo de manos ensangrentadas de los
Mundos de la Espada...!
Hagan callar a ese tipo tan horrible - gritó alguien, en competencia con el grito
hipnótico del locutor.
Lo malo era que no podían. Era fácil apagar la pantalla, pero Zasper Makann
seguiría gritando y millones por todo el planeta le escucharían. Bentrik manipuló el
selector. La voz balbuceó brevemente y luego vino un eco del altavoz, pero esta
vez el captador se encontraba a varios metros por encima de un gran parque
abierto. Estaba atiborrado de público, en su mayoría con ropas de granjero, que
en Gram no se habrían autorizado para salir del trabajo, pero aquí también se
veían bloques de hombre en algo parecido a un uniforme militar, cada uno con una
porra pequeña de cabeza voluminosa. A través del parque, a lo lejos, la cabeza y
hombros de Zasper Makann asomaban a treinta metros de altura en una enorme
pantalla. Cuando se detuvo para respirar, en cada ocasión, se alzaba un grito,
empezando por los bloques de hombres uniformados:
-¡Makann! ¡Makann! ¡Makann el jefe! ¡Makann al Poder!
-¿Le permiten incluso poner un ejercicio particular? - preguntó al Príncipe de la
Corona.
- Oh, esos estúpidos bufones con sus uniformes de comedia musical - el Príncipe
de la Corona se encogió de hombros -. No están armados.
- Visiblemente no admitió -. Aún no.
- No sé de dónde conseguirán las armas.
-No, alteza - dijo el príncipe Bentrik-. Ni yo tampoco. Eso es lo que me preocupa
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IV
Tuvo éxito, a la mañana siguiente, en convencer a todos de que deseaba estar a
solas durante un rato y estaba sentado en solitario en un jardín, contemplando los
arco iris en la bruma de una gran cascada a la otra parte del valle.
A Elaine le hubiese gustado aquello, pero ahora ya no estaba con él.
Entonces se dio cuenta de que alguien le hablaba, era una voz pequeña,
cantarina.
Se volvió y vio a una nenita con pantalones cortos y una blusa sin mangas,
teniendo entre los brazos a un rubio cachorrillo de pelo largo, con grandes orejas y
ojos suplicantes.
- Hola, a los dos - dijo.
El cachorrillo se retorció y trató de lamer la cara de la niña.
- No, Mopsy. Que vamos a hablar con este caballero - dijo ella -. ¿Eres real y
verdaderamente el vikingo espacial?
- Real y verdaderamente. ¿Y quiénes sois vosotros dos?
- Yo soy Myrna. Y éste es Mopsy.
- Hola, Myrna. Hola, Mopsy.
Al oír su nombre, el perrito volvió a agitarse y cayó de los brazos de la criatura;
después de una breve duda, saltó al regazo de Trask lamiéndole la cara. Mientras
acariciaba al perro, la chica se acercó y se sentó en el banco a su lado.
- Le gustas a Mopsy - dijo ella. Al cabo de un momento, añadió -: A mí también,
- Y tú a mí me gustas - dijo Trask -. ¿ Querrías ser mi novia? Ya sabes, todo
vikingo espacial tiene que tener una novia en cada planeta. ¿Te gustaría ser mi
novia en Marduk?
Myrna pensó en eso con atención.
- Me gustaría, pero no puedo. Mira, algún día voy a ser reina.
-¿Eh?
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- Sí. El abuelo es rey ahora y cuando acaba de ser rey, papá será el rey y luego
cuando acabe de ser rey, como yo no puedo ser rey porque soy niña, tendré que
ser reina. Y no puedo ser la novia de nadie porque voy a tener que casarme con
alguien a quien no conozco y por razones de estado - pensó un momento más y
bajó la voz -. Te diré un secreto. Ahora soy una reina.
-¿De veras?
Ella asintió.
- Nos somos reina, por nuestro propio derecho, de nuestro Dormitorio Real, de
nuestra Sala de Juegos Real y de nuestro Baño Real. Y Mopsy es nuestro fiel
súbdito
-¿Gobierna Su Majestad absolutamente esos dominios?
- No - dijo ella con disgusto -. Siempre debemos deferencia a nuestros ministros
reales, como el abuelo tiene que hacer. Eso significa, que yo he de hacer lo que
me digan. Están ahí lady Valerie, y Margot, y la dama Ennice, y sir Thomas. Pero
el abuelo dice que son buenos ministros y prudentes. ¿Eres de veras príncipe? Yo
no sabía que los vikingos espaciales fuesen príncipes.
- Bueno, mi rey así lo afirma. Y gobierno en mi planeta; te diré un secreto: no
tengo que hacer lo que me diga nadie.
- ¡ Vaya! ¿Eres un tirano? Te veo terriblemente grande y fuerte. Apuesto a que
habrás matado a centenares de enemigos crueles y perversos.
- A millares, majestad.
Deseó que eso no fuese literalmente cierto; no sabía cuántos de ellos tuvieron
niñitas como Myrna y perritos como Mopsy. Descubrió que estaba apretando a
ambos con fuerza. La chica le decía:
- Pero a ti te sabe mal eso. ¡ Las criaturas del infierno deberían ser telépatas!
- Un vikingo espacial que también es príncipe tiene que hacer muchas cosas que
no desea.
- Lo sé. Igual le pasa a una reina. Espero que el abuelo y papá no acaben de ser
reyes hasta dentro de muchos años - miró por encima del hombro -. ¡ Oh!
Supongo que tendré que hacer alguna otra cosa más que no quiero. Me imagino
que serán lecciones.
Siguió la mirada de sus ojitos. La niña contemplaba llegar a la muchacha que fue
su compañera de cena y que ahora vestía un amplio sombrero y un conjunto
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vaporoso que parecía fundirse con la coloreada niebla de las aguas. Había otra
mujer, con el atuendo de una sirviente superior, que la acompañaba.
-¿Lady Valerie y quién más? - preguntó.
- Margot. Es mi nodriza. Terriblemente rígida, pero buena.
- Príncipe Trask, ¿ su alteza ha estado molestándole? - preguntó lady Valerie.
- Oh, al contrario - se levantó, aún teniendo en las manos al gracioso perrito -.
Pero ustedes deberían decir... Su majestad. Me he informado que es soberana de
tres principales dominios. Y de un adorable súbdito - devolvió el súbdito a la
soberana.
- No debió decir al príncipe Trask eso - la regañó lady Valerie -. Cuando Su
Majestad está fuera de sus dominios, Su Majestad debe conservar el incógnito.
Ahora, Su Majestad debe ir con el Ministro del Dormitorio; el Ministro de Educación
espera audiencia.
- Me imagino que aritmética. Bueno, adiós príncipe Trask. Espero poder volverle a
ver. Dile adiós, Mopsy.
Se fue con su nodriza, el perrito mirando por encima del hombro.
- Vine aquí a disfrutar a solas del jardín dijo -, y ahora descubro que prefiero más
la compañía. Si sus deberes ministeriales no se lo impiden, ¿podría quedarse
conmigo?
- Con mucho gusto, príncipe Trask. Su Majestad estará ocupada con serios
asuntos de estado. Raía cuadrada. ¿Conoce usted las grutas? Están por aquí
abajo.
* * *
Aquella tarde uno de los caballeros ayudantes le alcanzó; el barón Cragdale se
mostraría agradecido si el príncipe Trask encontrara tiempo para hablar con él en
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